El escritor de Zaragoza vuelve con una novela sobre el peso del pasado y los remordimientos de la primera generación que accedió a las redes sociales.
Autopsia (Ediciones Candaya), como
indica su título, es una novela que disecciona una vida. En este caso, la del
protagonista, que vive obsesionado por el acoso a una compañera del colegio. En
torno a este eje principal se desarrollarán las otras dos historias del libro.
La
primera de ellas es la historia de la pasión del protagonista por la escritura,
con un sesgo autobiográfico. Comienza contando el periplo de un poema que
escribió en sus años jóvenes y su paso por diferentes concursos literarios. La
composición, titulada El día en que me
pegaron los skinheads, hace referencia a una vivencia del protagonista.
La
segunda historia sobre la que bascula la trama es la relación del protagonista
con Hans Castorp, antiguo DJ que aparecía en el programa Crónicas Marcianas y su compañero Mensajero. Las noches pasadas en
el bar junto a estos dos personajes le ofrecen al protagonista un cierto marco
donde encuadrar sus experiencias vitales. Reflexiones sobre la literatura, la
fama, las consecuencias de estar en un bando o en otro ayudarán al protagonista
a establecer una especie de credo vital.
Y
sobre todo, es una historia sobre las consecuencias que la violencia ejerce
tanto sobre las víctimas como sobre los verdugos, haciéndoles perder su
capacidad de empatía e intercambiando en ocasiones los papeles.
El
protagonista, acosador de una niña de su colegio llamada Laura Buey, se
encuentra metido en el papel de víctima en un momento de su futuro, cuando es
atacado por un grupo de skinheads que
le pegan sin ninguna razón aparente. La violencia no atiende a razones, ni
diferencia entre unos y otros. Su condición de verdugo le obsesiona tanto o más
como su condición de víctima, y busca redimirse a través de pequeños actos,
como aconsejando a otra antigua compañera de colegio de la que sospecha que
puede estar sufriendo malos tratos, protegiendo a su hija pequeña o recuperando
el contacto con sus compañeros de colegio.
Del
mismo modo, su condición de víctima también le redimirá en cierto modo. Ambas
agresiones sin sentido nos demuestran la inutilidad de los golpes frente a las
palabras. Pero además, servirá para acercar al protagonista con el lado oculto
de su literatura. Una relación muy especial que llevó a cabo en los años de
juventud y cuya fuente parece haberse secado.
Autopsia es, sobre todo, una novela de
espacios. Por un lado, refleja de forma acertada el infinito vacío desértico de
la infancia, lleno de miedos y desapariciones. Por otro, esa Zaragoza nocturna
y fantasmal, llena de vampiros que llaman a tu ventana por la noche y de coches
de los que se bajan skinheads y te
persiguen mientras intentas leer poesía. En último lugar, también existe un
espacio que nos era desconocido hasta esos años: el espacio de la Red, el
espacio público de los perfiles de Facebook, el hecho de que todo el mundo
pueda asomarse a nuestra intimidad y juzgarnos sin apenas conocernos, como es
el caso del protagonista, que busca insistentemente a antiguos compañeros
desaparecidos de colegio buscando la redención mediante otra forma que no sea
pertenecer a la misma violencia. En este sentido, es interesante comprobar
cuáles son las reacciones de la primera generación que tuvo (tuvimos) acceso a
Internet a una edad relativamente temprana, y que también utilizamos ciertos
programas de televisión para asomarnos al mundo. De cómo cambió nuestra
percepción de la realidad al tener casi toda la información al alcance de la
mano. Para bien o para mal.
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