Lo primero que llama la
atención de Habitaciones con monstruos (Editorial Talentura)
es lo bien escrito que está. Las metáforas que pueblan los cuentos
de Ángeles Sánchez Portero son brillantes, y sus personajes tienen
un aire melancólico que les hace discurrir por las páginas de este
libro tan perdidos como cualquiera de nosotros. Es un libro que
trasmite verdad por los cuatro costados.
La colección de
diecisiete relatos muestra todo tipo de situaciones, pero con un aire
de melancolía, de nostalgia, en ocasiones de temor. No son más que
una pincelada en mitad de una historia, casi una instantánea que nos
muestra una radiografía de cómo son sus vidas. Y son existencias
banales, pero que en ocasiones resultan brillantes.
Son historias corrientes, sobre ríos que discurren bajo ciudades y las consecuencias que esto conlleva para sus habitantes. O sobre hombres azules a los que llama la muerte. O sobre qué ocurre cuándo la megafonía de un autobús de pasajeros adquiere vida propia. O sobre señoras que tienen vidas imaginarias con personas imaginarias que adquieren un tinte de realidad. O sobre familias que solucionan sus problemas en locales clandestinos mientras la lluvia cae sobre la ciudad.
Son historias corrientes, sobre ríos que discurren bajo ciudades y las consecuencias que esto conlleva para sus habitantes. O sobre hombres azules a los que llama la muerte. O sobre qué ocurre cuándo la megafonía de un autobús de pasajeros adquiere vida propia. O sobre señoras que tienen vidas imaginarias con personas imaginarias que adquieren un tinte de realidad. O sobre familias que solucionan sus problemas en locales clandestinos mientras la lluvia cae sobre la ciudad.
Todas las historias
tienen monstruos. En ocasiones son las familias, o las parejas o los
amigos. Otras veces el peligro viene de fuera y es sobrenatural e
indeterminado. Pero, en general, lo que se desprende es la idea de
que los culpables de hacer del mundo un infierno muchas veces somos
nosotros mismos.
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