Una estudiante argentina
vive en Nueva York y trabaja de auxiliar en un laboratorio. Poco a
poco, comienza a darse cuenta de que tiene premoniciones, de que
algunas escenas de su vida ya las ha vivido en su tierra natal o que
las vivirá dentro de algunos años. Mientras tanto, sus estudios
sobre una enfermedad que produce falta de memoria avanzan al mismo
ritmo que sus escapadas mentales. Decide por tanto llevar un diario
donde apunta todo lo que la ocurre, sus síntomas y sus pensamientos
del día a día. Cualquier idea, por nimia que parezca, es
susceptible de ser apuntada: su trabajo en el laboratorio, sus
conversaciones, sus viajes por Nueva York, animada como un ente vivo.
Es mejor no dejar nada al azar, sobre todo cuando no se puede confiar
en la memoria.
Pasajes (Chatos
Inhumanos) es un libro interesante por varios motivos. El primero de
ellos es por la prosa sincera, resplandenciente y sin ambages de su
creadora, Mariana Graciano. Los esquemas del laboratorio, los bucles,
las repeticiones de ideas y cualquier dibujo que aparece entre sus
páginas no sirve sólo para ilutrar el texto, sino que tiene vida
propia y aporta un significado que va más allá de sus páginas.
Poesía, diario, microrrelato, son algunos de los géneros a los que
se adscribe esta obra corta. Y sin embargo, los supera y amplía su
significado. Porque todos hemos buceado alguna vez en nuestro
subconsciente y no hemos estado seguros de nada.
En segundo lugar, porque
Chatos Inhumanos es una editorial neoyorkina formada por gente
hispana, a un lado u otro del océano, que comparte una misma lengua,
casi la misma identidad, pero que son exiliados que han descubierto
una patria común en las letras, que después de todo, es el único
mundo al que merece la pena pertenecer. Por eso, este pequeño
descubrimiento deslumbrante, que aletea lleno de poesía, sin
atreverse quizá a desplegar del todo las alas, nos acompaña, latido
a latido, por una senda que hemos recorrido miles de veces, pero que
al igual que la protagonista del libro, no sabemos cuántas más nos
quedan por andar.
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