Hace unos quince años,
aunque ahora nos resulte inconcebible, en España había mucho
dinero. Claro está, que no todo era dinero bueno, pero eso ahora no
importa. En el país donde los sueldos apenas pasan de seiscientos
euros, llamar a alguien mileurista era insultarle. La construcción
movía toda la economía del país y todos se sentían a salvo. Nadie
se preocupaba por los nubarrones que habían comenzado a formarse
sobre Estados Unidos. Ni tampoco por las hipotecas firmadas que los
bancos nunca iban a cobrar. España era una fiesta que se celebraba
en un barco que iba directo a un iceberg.
Pero Los motivos del
fuego (RELEE Ediciones) es una instantánea anterior al desastre,
cuando proliferaban las urbanizaciones alrededor de la ciudad y todo el
mundo defendía la conveniencia de marcharse al campo a vivir
alegando calidad de vida. Allí, una pareja con un niño y otro en
camino huye del ruido y de la contaminación del barrio de Moratalaz
para instalarse en los Altos del Manzanares, rodeados de campo y con
una visión estratégica del las Cuatro Torres de Plaza de Castilla,
culmen de lo que supone el ladrillo y la modernidad para una España
de vanguardia. Él es productor de documentales y ella bibliotecaria.
Pero la presencia del diablo, constante en todo el libro (¿quién
sabe más sobre caídas en desgracia que él?) tentará a Arturo, el
marido para aceptar dirigir un programa de telebasura, pero también
para sucumbir a Lena, la vecina que sabe más que nadie sobre dinero
y que representa la confianza infinita en forma de bonos basura y
preferentes.
Juan Carlos Muñoz ha
sabido representar con humor y una fina ironía esa época de bonanza
económica en la que, según las propias palabras del libro, un
tsunami de pasta recorría España. A nadie le parecía posible que
aquello fuera a tener fin, pero lo tuvo. Tampoco que invertir en
pisos fuera a ser contraproducente, porque el ladrillo nunca se iba a
devaluar. Pero también lo hizo y parte de los problemas que tenemos
ahora en nuestra sociedad derivan de aquella borrachera de hipotecas,
préstamos concedidos alegremente y demás inversiones.
Después llegaría una
época en la que muchas familias se verían deshauciadas, en la que
el paro marcaría récords históricos y en la que la destrucción de
empleo nos ha llevado a una situación de la que tal vez nunca nos
recuperaremos.
El autor narra con gran
maestría este ascenso y caída de la clase media española. De los
sueños y ambiciones, de la alegría histérica y despreocupada. Y de
una causa fantasmal o tal vez humana, demasiado humana.
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