Homenajeando una frase de
Emily Dickinson, El duelo es esa cosa con alas (Editorial
:Rata_) es una novela que narra la vida de un hombre que ha perdido a
su mujer. Y la de dos hijos que han perdido a su madre. Y cómo entre
todos, con la ayuda de un cuervo gigante, consiguen apuntalar sus
vidas y seguir adelante, sea lo que sea este tópico. Se trata de una
novela que a veces deviene en poesía y de nuevo vuelve a la prosa,
adquiriendo una hondura que cala hasta el hueso.
Vivimos en una sociedad
tecnificada en la que hablar de la muerte se considera lúgubre y de
mal gusto. Sin embargo, y por paradójico que parezca, la muerte no
deja de ser la única certeza que tenemos. Tenemos las esperanza, a
veces amparada por la religión, de que nuestros seres queridos se
han ido al Paraíso o a algún lugar mejor. Pero los que quedamos
aquí tenemos que seguir adelante, sobre todo cuando no tenemos
ninguna gana de hacerlo y pensamos que estaríamos mejor muertos
nosotros también.
Eso es lo que le pasa a este padre de familia. No
puede rendirse, porque tiene dos hijos a los que sacar adelante, y
tampoco puede hundirse. Así que se refugia en el ensayo que está
escribiendo sobre Ted Hughes (quien, recordemos, también perdió a
su esposa Sylvia Plath) y en las visitas de un cuervo gigante, que le
viene a visitar y le habla de temas morbosos.
La vida es muerte
también. Y la vida es poliédrica, y tras el dolor hay cosas
sencillas, como bañar a los niños o hacer la cena. También hay
muchas, muchas preguntas. Pero no suele haber respuestas. El tiempo
todo lo cura, o eso nos dicen en los funerales, siendo ésta una de
las múltiples frases hechas que dice la gente y que no consuelan
nada. Pero la vida es dolor, y es muerte, y en mitad de los
cementerios a veces hay rayos de luz que iluminan al doliente. Porque
este libro no intenta demostrar la fragilidad ni la fortaleza de los
protagonistas. Es una eterna carta de amor a nuestros seres queridos,
pero sobre todo a nosotros mismos, los que nos quedamos, los que
tenemos que afrontar un día más. A aquellos a los que nos queda
todavía lo más difícil por realizar: vivir.
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