Una historia poderosa sobre un chico que huye al bosque, donde escribe cartas de amor y talla un tronco de madera
Yago es un joven puro,
tan puro que decide un día dejar la civilización atrás, huir de la
ciudad y refugiarse en el bosque. Allí sobrevive con lo que puede,
vendiendo sus tallas de madera y con la única compañía de los
animales. Yago huye de alguien o de algo, al que sin embargo invoca
sin parar en sus cartas de amor. Y mientras tanto, va tallando un
tronco a mano, sin prisa, de manera artesanal, con un mensaje que se
intuye trágico.
Y mientras, en la ciudad,
a kilómetros de distancia, Eva y Santi viven juntos. Ella lo ama
sinceramente, aunque el fetichismo de él sea a veces un obstáculo
para la pareja. Ambos están relacionados con Yago, aunque de una
manera que ninguno sospecha.
Mil mamíferos ciegos
(Editorial Dos Bigotes) es la arriesgada apuesta de Isabel González
para mostrarnos el lado oscuro de las relaciones de pareja y de las
relaciones humanas sin más. Es un canto a la vida, la naturaleza y a
la libertad. El personaje de Yago es uno de los más impactantes de
la literatura actual, no sólo por su capacidad para vivir en contra
de las reglas establecidas, como una suerte de licántropo, sino
también por la enorme inocencia que rezuma. Sucio y delgado, se
erige en medio del bosque como un gurú frente al sistema.
Quizá Eva y Santi
aparezcan un poco descoloridos al lado de un personaje tan potente,
pero no por eso dejan de tener sus matices. Sin embargo, resultan ser
una pareja establecida dentro de la ciudad, que intenta tapar sus
rincones oscuros. Los cuales, no obstante, acaban saliendo a la luz.
Y no sólo los suyos, los de cualquiera que lea el libro. El
fetichismo, los triángulos amorosos o la homosexualidad son
situaciones cada vez más frecuentes en nuestra sociedad. Y es bueno
hablar de ellas sin tabúes ni tapujos. En este sentido, es un libro
muy valiente.
Se trata de una novela
corta, que se lee en poco tiempo, y no sólo por su longitud, sino
porque es capaz de enganchar al espectador y de sacudirle con las
preguntas que plantea. ¿Merece la pena dejarlo todo por amor? ¿Hasta
dónde estamos dispuestos a aguantar? Son preguntas muy actuales cuya
respuesta a veces no queremos escuchar.
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