“El Elogio de la Sombra” de Junichiro Tanizaki

Satori publica una cuidada edición de uno de los textos clásicos de la literatura japonesa. 



Sabemos, a grandes rasgos, que Oriente y Occidente no sólo son diferentes, sino que en muchos casos, imperan ideas contrarias. Decía Lefcadio Hearn que para aprender bien la filosofía oriental, debíamos primero desaprender y luego incorporar las nuevas nociones, tan ajenas a nosotros mismos.
Una buena prueba de ello lo constituye este libro de Junichiro Tanizaki, El Elogio de la Sombra, en el que el autor analiza en un pequeño ensayo, algunas de las diferencias estéticas e ideológicas que imperan entre ambos polos del mundo. Antes que nada, hay que aclarar que el concepto de sombra no hace referencia necesariamente a algo peyorativo ni oscuro. Antes bien, se trata de una representación de la delicadeza japonesa y de su finura. Allí donde los occidentales preferimos el neón y la iluminación estridente, el pueblo nipón prefiere la penumbra. Donde nosotros preferimos comodidades como el ventilador o el uso de otros aparatos eléctricos, el oriental prefiere un mayor contacto con la naturaleza y con su forma propia de regular la temperatura. Donde nosotros preferimos un vestuario llamativo y un maquillaje chillón, las mujeres orientales prefieren la penumbra y los colores discretos y oscuros.

La sombra tiene también otra acepción más literal. El interior de los templos y de las mansiones japonesas estaba casi siempre sumido en la penumbra, por lo que los muebles y los adornos se diseñaban para ser admirados en un entorno oscuro. De ahí viene también la costumbre ancestral de las mujeres japonesas de ennegrecerse los dientes como sinónimo de belleza, para que la blancura del rostro destacara sobre la oscuridad.

Junichiro Tanizaki, autor del ensayo, parece lamentarse profundamente de la pérdida de estos principios estéticos a favor de otros más modernos o de clara influencia occidental. Este libro está compuesto de breves reflexiones y de testimonios de conversaciones del autor con amigos occidentales en los que se pone de manifiesto la enorme diferencia que hay entre ambas sociedades.
Aparte de la cuidada edición, en tapa dura con un precioso dibujo, la traducción está realizada directamente desde el japonés, sin pasar por otros idiomas como el inglés, que acaban desdibujando el texto.


Todos los estudiosos de la literatura japonesa más clásica y los amantes del libro como objeto de culto quedarán encantados con esta traducción que llega ahora a sus manos.  

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