Arturo G. Pavón debuta con una novela sobre el periplo vital de un joven treintañero de La Elipa.
Todos los que hemos
vivido de pequeños en barrios considerados “de los de toda la
vida” sabemos que gran parte de la vida transcurría en una
prolongación del hogar. Jugábamos en la calle o en el parque hasta
que nuestros padres nos daban una voz a la hora de cenar. El yonki y
los jóvenes con la litrona no eran peligrosos, simplemente parte del
mobiliario urbano. Las vecinas nos echaban un ojo sin nuestros padres
tenían que ausentarse. Y en ese estado fue transcurriendo la niñez
en barrios como Carabanchel, San Blas, Aluche o La Elipa. Han sido
los barrios donde empezábamos a salir, nos tomábamos la primera
cerveza o dábamos caladas al primer cigarrillo.
Ha sido al volver con el
tiempo cuando hemos comprobado cómo se ha ido deteriorando todo. Los
parques de columpios de hierro han sido sustituidos por otros más
asépticos y seguros, en los que, paradójicamente, no juega ningún
niño. Los comercios de toda la vida, las galerías comerciales o las
bodegas se han convertido en cadenas de supermercados, tiendas de
todo a cien, peluquerías o locutorios. Y eso si el barrio no se ha
gentrificado, como es el caso de otros vecindarios de Madrid. La
Elipa es uno de estos barrios con personalidad propia, del que sus
habitantes presumen o echan pestes, según a quién preguntes. Es
donde está ambientada la primera novela de Arturo G. Pavón,
pseudónimo de César S. Sánchez, titulada De Vicio (Releé)
al igual que la canción de los Burning. En sus páginas, Santos
Padilla, traductor y empleado a tiempo parcial en una tienda de
discos, narra en primera persona su viaje desde su barrio de toda la
vida, La Elipa, hasta llegar a la nueva ciudad, dispuesta en forma de
PAU, donde los seres humanos viven desarraigados y sin relacionarse
unos con otros. Lo opuesto a un barrio de los de toda la vida.
Mientras tanto, Santos
dedicará sus noches a la traducción, mientras esboza algunos
esbozos de lo que pretende sea su primera novela. Se relaciona con
las chicas, las drogas, y descubre el submundo del Centro al que
todos considerábamos el paraíso durante la década de los noventa.
Cuando los padres todavía nos advertían que no fuéramos por Chueca
ni la calle Fuencarral.
Arturo G. Pavón defiende
esta historia con un estilo ágil que recuerda a José Ángel Mañas
de Historias del Kronen o incluso al Ray Loriga de Héroes.
Las referencias a la música de la época, sobre todo al rock y al
pop, son constantes en toda la novela y dan una pincelada de color a
la lírica.
Destaca, asimismo, un
estupendo prólogo de Marcelo Luján, en el que se desentrañan
algunos de los aspectos de De Vicio. Poco a poco, esta
narración irá trascendiendo el costumbrismo algo macarra de sus
páginas hasta avanzar hasta una suerte de clímax existencialista.
Es un prometedor primer
libro que se lee con gusto y rapidez, ágil y rápido. Y satisfará
tanto a los amantes del realismo literario más canalla como a
aquellos que gusten de descubrir nuevos talentos.
Comentarios
Publicar un comentario