La autora barcelonesa recopila sus relatos en un libro de tono cotidiano y a la vez inquietante.
Un
ama de casa prepara una cena tras la que se esconden segundas intenciones. Un
padre se va a vivir a Londres y debe explicárselo a su hijo. Una madre
entrevista a niñeras para su hijo de cuatro años. Un matrimonio en crisis
comienza a espiar a sus vecinos por la ventana y descubre que eso les une. Una
mujer a la que han diagnosticado cáncer entra a una tienda de pelucas. Otra no
sabe qué hacer con las cenizas de su marido infiel. Y una tercera habla con su
exmarido mientras intenta colocarse una lentilla mal puesta.
Maite
Núñez irrumpe con gran maestría en el mundo de los relatos, aunque no sea nueva
en estas lides. Sus cuentos han sido galardonados a lo largo y ancho de todo el
territorio español, logrando premios en la I edición de Tanatocuentos, en el
certamen de relatos Luis del Val o en el de Tierra de Monegros. De hecho, los
relatos que conforman el libro Cosas que
Decidir mientras se hace la cena (Editorial Base) son cuentos premiados en
estas ediciones.
Lo
primero que hay que destacar es su visión de conjunto. Los personajes que
aparecen en unas historias repiten en otras como personajes secundarios. Es imposible
entonces que no nos suenen sus historias o sus desvaríos. Porque sobre todo se
trata de un libro lleno de historias corrientes como divorcios, pruebas médicas,
búsqueda de canguro, divorcios, infidelidades o viajes a Londres. Narradas en
un tono sencillo y cercano, estas vivencias consiguen tocar de cerca el corazón
del lector, presentando personajes con los que se experimenta una gran empatía.
Los relatos son piezas que forman un universo de gran coherencia y se nota un
gran trabajo de fondo.
Estos
quince relatos presentan un aura doméstica, en la que los asuntos cotidianos
esconden realidades más profundas y muchas veces, oscuras que tienen lugar en
San Cayetano, donde la autora sitúa la mayor parte de sus historias. También llama
mucho la atención la importancia de los objetos, que puede parecer inocua, pero
que en realidad actúa de una manera metafórica y simbólica. Nada molesta más
que una lentilla mal puesta, salvo tal vez la conversación con un exmarido
infiel.
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