La autora de Bilbao nos provoca pesadillas con esta colección de relatos sobre terrores cotidianos.
Al
leer Modelos Animales (Salto de
Página), lo primero que me viene a la cabeza es la palabra “crueldad”. Pero no
en el mal sentido (si es que puede haber uno bueno), pero sí en el sentido de
hilo conductor, de cara de un poliedro que inspira las relaciones con los
animales, con las demás personas e incluso con uno mismo.
Esta
crueldad es especialmente perturbadora en el relato que abre el libro y que da
título a la obra, Modelos Animales.
En él, una dramaturga residente en Canadá comienza a obsesionarse con la
protagonista femenina de su obra. Rodeada de una ola de frío y con la mente a
punto de explotarle, será su gato quien pague las consecuencias.
True Milk, título que nos recuerda a True Blood de Charlaine Harris (con toda
la intención del mundo) nos cuenta precisamente una historia de vampiros en la
que un bebé llora y llora hasta que se le alimenta con leche mezclada con
sangre.
Por
su parte, Doble, es un prodigio de
originalidad, ya que se trata de un texto maquetado a doble columna. Al
principio, pensamos que se trata de la misma historia, pero poco a poco, el
lector descubre que se están sucediendo dos historias de forma paralela. El Cielo de Bilbao nos cuenta una
historia sobre la juventud, las ganas de venganza y como las dos cosas juntas
nunca suelen traer nada bueno. Famous
Blue Raincoat se basa en la canción homónima de Leonard Cohen y nos trae su
historia. Romperse es una historia de
violencia hacia uno mismo: un joven obsesionado con el gimnasio llega hasta
límites insospechados. Este cuento había sido seleccionado en la antología Bajo Treinta, publicada por la misma
editorial.
El
relato que cierra el volumen, Abu Ghraib,
nos cuenta la historia de una cantante de rock que descubre que su canción
fetiche ha sido utilizada como forma de torturar a prisioneros sospechosos de
terrorismo. En este sentido, son interesantes las reflexiones sobre cómo ha
cambiado el mundo tras el 11 de septiembre de 2001, las cuales estudia la
propia autora en su tesis universitaria.
Un
fenómeno interesante que se está produciendo en los escritores jóvenes (bueno,
y no tan jóvenes, porque Donna Tartt también los tiene) es la ampliación de
referentes culturales y de nuevas inspiraciones para su obra. Antes, los
referentes estilísticos y temáticos eran meramente literarios. Pero ahora,
gracias al cine y en mayor medida, a las series, podemos constatar la
implantación de nuevas formas de narrativa en la literatura. Y eso es algo de
agradecer. Aparte de la ya mencionada True
Blood, aquí se aprecian otros referentes, como la violencia intrínseca de Breaking Bad o el humor negro de
Tarantino.
Es
un libro para disfrutar de una forma retorcida y algo morbosa, con relatos que
tal vez no gusten a todo el mundo, pero que reflejan sin duda el lado oscuro de
una sociedad que cada vez parece ir más a la deriva.
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