Una historia sobre sexo y mentiras que sin embargo alcanza grandes cotas de hondura.
Miro al Cielo Impotente (Satori
Ediciones) es un libro, cuanto menos, atípico. A primera vista, puede parecer
que hay personas que se acerquen a esta obra llevadas por el morbo. En efecto,
la primera historia trata sobre un ama de casa que lleva una existencia
monótona y cuya válvula de escape es disfrazarse de personajes manga y acudir a
convenciones. Allí conocerá a Saito, un adolescente con el que entablará una
turbia relación que nos recuerda mucho a las del cine de Haneke. Dicha relación
estará marcada por los celos, los secretos y el chantaje, cuando el marido de
ella les descubra.
Esta
primera historia se caracteriza por la descripción gráfica de los coitos que
mantienen los personajes (de ahí lo del morbo), lo que hace pensar en un
principio que estamos ante un libro erótico o ligero. Sin embargo, con las
posteriores narraciones, la autora va escarbando en las vidas de sus
personajes, mostrándonos sus motivaciones más profundas, sus problemas y sus
insatisfacciones.
De
esta forma, sabremos que Saito, el adolescente aficionado al cosplay, está enamorado de una compañera
de clase. A su vez, el hermano de esta compañera, dotado de un increíble
potencial intelectual, decide abandonarlo todo y unirse a una secta. Por otra
parte, la madre de Saito regente una casa de partos donde dan a luz las mujeres
que prefieren parir de forma natural, sin las restricciones hospitalarias. Y
por último, la amenaza de fuertes lluvias, capaces de provocar riadas y
llevarse todo por delante, se cierne como un funesto augurio sobre los
personajes.
Se
trata de cinco historias que se entrecruzan, se mezclan y se hilvanan sin
enredarse jamás, narradas por Masumi Kubo con una gran maestría. El relato
erótico del principio acaba quedando en una mera anécdota cuando escuchamos el
monólogo interior de la mujer y comprendemos los motivos que tiene para hacer
lo que hace. No hay depravación en ellos, tan sólo son seres solitarios que
buscan consuelo unos en otros de unas formas algo extremas.
Como
curiosidad, cabe destacar que el primer relato, Mikumari, ganó el premio R 18, que se concede a los mejores relatos
eróticos escritos por mujeres para mujeres. Tal vez sea el cuento que más tirón
tenga, aunque a mí, particularmente, el que más me ha gustado es el último, el
que se centra en la casa de partos y que lleva por título Polen y Polinización. En él, la partera narra sus rutinas
cotidianas en primera persona y hace una profunda reflexión sobre el nacimiento
y la muerte, llegando en ocasiones a extremos sobrecogedores.
También
hay que destacar la traducción que han realizado Yoko Ogihara y Fernando
Cordobés, que ayuda a transmitir al lector un latido de cercanía.
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