Ambientada en un Madrid en ocasiones banal y en ocasiones extraño, la nueva novela de Elvira Navarro nos cuestiona sobre la enfermedad mental y sus consecuencias.
Elisa,
la protagonista de la novela, trabaja como correctora para un gran grupo
editorial. Sin embargo, sus circunstancias económicas hacen que tenga que
compartir piso con Susana, una extraña inquilina con un pasado que permanece
turbio. Poco a poco, Elisa se irá obsesionando por la falta de información
sobre su compañera: sobre su trabajo, sus rutinas, su pareja y sus amigos. Todo
ello, unido a la afición de Susana por los collages
minuciosamente recortados que crean otra ciudad y otro mundo diferente,
llevaran a Elisa a hacerse preguntas sobre su propia cordura.
La novela
cuenta dos historias. En primer lugar, la que hemos indicado. La historia de
varias personas que se acercan y se alejan, configurando un triángulo de
sentimientos con Germán, amigo común de ambas.
En
segundo lugar, la protagonista es la ciudad de Madrid. Un Madrid sinuoso y
complicado de la década de los noventa. Una zona de Aluche en la que se alzaba
la cárcel y que poco a poco fue demolida, quedando un descampado, un espacio
vacío donde antes había una mole.
La
ciudad, que se configura como un espacio vital para habitar y desarrollarse,
pero que por la noche saca su lado más agresivo, con la presencia de un camión
que recoge papel o con las casas ocupadas cuyos habitantes se “enganchan” a la
toma de corriente de la luz de las farolas. Un Madrid casi mágico y alucinado,
con ese aire desquiciado de los sueños a altas horas de la madrugada.
Escritora
de un blog sobre sus paseos por Madrid, Elvira Navarro ha sabido conjugar muy
bien su afición por la arquitectura y el desarrollo urbano con la trama de la
novela. La ciudad deja de ser el escenario donde se desarrolla la historia para
cobrar entidad propia y convertirse en protagonista de la misma. Las
conversaciones de las dos protagonistas no serían lo mismo si no tuvieran lugar
mientras caminan de noche por la calle General Ricardos. O la exposición de
Susana no tendría ese filo inquietante si no tuviera lugar en el Centro.
En
definitiva, es un libro más maduro, donde además se plasma una importante
reflexión sobre la enfermedad mental. La ansiedad y el pánico, no provocados
por hechos concretos, sino por el mismo vértigo de vivir.
La
obsesión por el pasado de alguien que puede llevar a cuestionarnos nuestros
valores, nuestra propia vida y nuestro futuro. Y sobre todo, la cercanía con la
que nos hace partícipes, a nosotros los lectores, del secreto de Susana, con
esa historia casi onírica con la que empieza el libro y que luego va
encontrando un hueco entre sus páginas. Un libro algo desasosegante que nos
enfrenta con nuestros propios fantasmas y con la pregunta de quiénes somos en
realidad y quiénes son las personas con las que compartimos nuestras vidas.
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