“En el bosque, bajo los cerezos en flor”, de Ango Sakaguchi


La literatura japonesa sigue siendo un misterio aquí en Occidente. Se trata de un pozo del que poco a poco se van rescatando verdaderas maravillas. Entristece un poco pensar en todas las obras que jamás conoceremos.
Sin embargo, lo que sí podemos hacer es alegrarnos por aquellas que se rescatan y que llegan hasta nosotros, en este caso, como suele ser habitual, de la mano de Satori Ediciones, que inaugura con este libro su colección de Satori Ficción. 



En el Bosque, bajo los cerezos en flor es una cuidada edición con una sorprendente y atrevida portada, de Yakato Yamamoto. Y también es un verdadero lujo contar con un epílogo escrito por alguien de la talla de Jesús Palacios, una auténtica autoridad en el campo del cine y la literatura fantástica y de terror.
El libro está compuesto por tres historias. La primera de ellas, En el Bosque, bajo los cerezos en flor, da nombre al libro y nos cuenta la historia de un ladrón que habita en el bosque y que cae bajo los caprichos de una mujer impredecible, hermosa y malévola, que acabará convirtiendo su vida en un auténtico infierno. Los cerezos son un símbolo de vida y felicidad en Japón, y muchas celebraciones giran en torno a estos árboles. Su floración es todo un espectáculo para los sentidos. Pues bien, Sakaguchi es capaz de trastocar este símbolo y convertirlo en algo ominoso y terrible, opresivo y caduco. El espacio que hay bajo un cerezo en flor contiene un aire maléfico y retorcido, capaz de hacer que nuestras peores pesadillas se hagan realidad.
El segundo relato, La Princesa Yonaga y Mimio, narra la historia de una joven princesa conocida por su crueldad. De nuevo asistimos a la subversión del símbolo, en este caso la inocencia de una niña que disfruta asesinando a su pueblo.
En la última de ellas, El Gran Consejero Murasaki, se nos presenta a este consejero, gordo, comilón, y lujurioso, que se encuentra con la flauta de una de las doncellas de la Princesa de la Luna. Su negativa a devolverla causará su propia perdición.
Se trata, por tanto, de una pequeña joya de la literatura de terror japonesa más genuina, que cuenta con un lenguaje muy expresivo y brillante. En este sentido, hay que agradecer la traducción de Susana Hayashi, que consigue traernos el texto original sin perder un ápice de sentido.
Atormentado durante toda su vida, Ango Sakaguchi ha sido capaz de escribir piezas tan sorprendentes y llenas de lirismo como esta colección de relatos. Sólo nos queda esperar que llegue hasta nosotros alguna más de estas perlas.
 

Comentarios